La percepción del sonido se produce incluso antes del nacimiento. Los niños ya responden a sonidos de alta intensidad estando en el útero materno y reaccionan de manera diferente mostrando sensibilidad ante la presencia de sonidos de distinta intensidad.
Desde los primeros días de vida ya se aprecia una especialización de los hemisferios cerebrales. En el hemisferio izquierdo predomina la percepción del habla mientras que en el derecho predomina la percepción de sonidos como la música.

En los recién nacidos, la capacidad de percepción auditiva no es tan fina como la de los adultos, aunque tampoco existen diferencias muy significativas. Lo que sí se aprecia son diferencias de unos bebés a otros.
Así, la capacidad perceptiva de unos se acerca más al umbral de percepción auditiva de los adultos mientras que la de otros no tanto.
Además de oir y de reaccionar ante la presencia de sonidos, también son capaces de realizar conductas de localización auditiva, como girar la cabeza o los ojos en la dirección de donde viene la fuente del sonido.

Por otra parte, los recién nacidos parecen estar más interesados en unos sonidos que en otros. Se sienten especialmente atraídos por los sonidos que emite la voz humana. Los bebés son capaces de discriminar unas voces de otras y de reconocer las voces familiares, sobretodo la de la madre. A los 2 meses, serán ya capaces de discriminar entre ciertas sílabas y puede diferenciar ‘ma’ de ‘na’, y ‘ba’ de ‘pa’, por ejemplo.


Otra de las acciones que podemos tomar para evitar el deterioro de nuestros oídos es la de bajar el volumen de la televisión o la radio. Puede que de primeras no lo veamos como algo excesivamente dañino pero si pasas muchas horas escuchando este tipo de dispositivos a un volumen alto puede desencadenar, al igual que en los casos anteriores, en problemas que nos hagan perder la audición progresivamente.